El torno alfarero es quizás una de las herramientas más hipnóticas y fundamentales en el mundo de la cerámica. Es el corazón del taller, donde un simple trozo de arcilla comienza su transformación mágica.
El proceso requiere paciencia, concentración y mucha práctica. Todo comienza con el centrado: el alfarero debe amasar la arcilla y colocarla en el centro exacto del plato giratorio. Si la arcilla no está perfectamente centrada, la pieza tambaleará y colapsará.
Una vez centrada, comienza la verdadera magia. Con las manos húmedas, se abre el centro de la arcilla y se comienzan a levantar las paredes. Es un equilibrio delicado entre la presión de los dedos y la velocidad del torno.

